Buscar este blog

jueves, 23 de enero de 2014

"Las palabras y las cosas", Michel Foucault - Prefacio

En el prefacio de esta obra publicada en 1966, Foucault afirma que el nacimiento de la misma se debe a un texto de Borges, "El idioma analítico de John Wilkins", en el que el escritor argentino expone una clasificación que figura en "cierta enciclopedia china", donde se afirma lo siguiente:
"Los animales se dividen en a- pertenecientes al Emperador, b- embalsamados, c- amaestrados, d- lechones, e- sirenas, f- fabulosos, g- perros sueltos, h- incluidos en esta clasificación, i- que se agitan como locos, j- innumerables, k- dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l- etcétera, m- que acaban de romper el jarrón, n- que de lejos parecen moscas."
El autor, a continuación, afirma que dicha taxonomía en un primer momento causa gracia al lector para, acto seguido, causarle cierta incomodidad. Para el filósofo francés, este sentimiento de incomodidad estriba en la imposibilidad de pensar dicha clasificación. Foucault afirma que, pese a que podemos pensar todos los elementos de la clasificación en términos aislados, al pensarlos como constituyentes de un orden, nos vemos imposibilitados.
Para tratar de explicar esta situación, el autor compara la enumeración expuesta anteriormente con la situación de la gente que padece afasia. Algunos afásicos, según comenta, no logran clasificar de manera coherente madejas de lana multicolores. Así, dichos pacientes tenderán a utilizar diversos criterios de clasificación que no siempre serán compatibles. De este modo, un paciente puede agrupar en un lugar las madejas de color rojo, en otro las de mayor espesor y en el otro las de mayor longitud. Como puede verse a simple vista, en esta clasificación coexistirían, por lo menos, tres criterios: el color, el espesor y la longitud. De modo semejante, la clasificación que figura en la enciclopedia china imaginada por Borges también presenta una multiplicidad de criterios que, desde nuestra manera de concebir la realidad, son incongruentes.  Pero para Foucault lo interesante es constatar que, en principio, no habría nada dentro de la naturaleza que nos forzara a optar por un orden en beneficio de otro. En otras palabras, la ordenación de la realidad según un determinado esquema clasificatorio respondería no a cierta disposición natural de las cosas sino a cuestiones culturales. 
Llegado este punto, el autor presenta la tesis central de la obra: cada sociedad, cada época, organiza la realidad según determinados criterios y, consecuentemente, establece condiciones de verdad acordes a dicho ordenamiento. Así, en cada época, el saber, el conocimiento, tiene que cumplir una serie de requisitos para ser considerado como tal. Como ya habrá adivinado el lector, dichos requisitos, para Foucault, varían a lo largo de la historia. 
A continuación, el autor expone otra tesis que va a tener un peso considerable a lo largo de la obra. Foucault afirma que, entre los códigos fundamentales de una cultura, que son los encargados de ordenar la realidad, y las teorías científicas o las interpretaciones filósoficas que intentan explicar dicho orden, media un dominio más oscuro, menos fácil de analizar. Así, según el autor, entre los códigos ordenadores subyacentes y las reflexiones sobre dicho orden, existe una suerte de experiencia desnuda de dicho orden. Y lo que Focault va a querer estudiar en esta obra precisamente es esta experiencia desnuda. Teniendo dicho objetivo en cuenta, el autor, lejos de analizar las diferentes concepciones filosóficas que trataron de reflexionar de manera explícita sobre este orden, busca analizar discursos científicos de diferentes épocas para demostrar cómo por debajo de ellos subyacía de manera implícita un concepto determinado de orden.  
Por último, luego de afirmar que su objetivo precisamente es historiar estas diferentes maneras de concebir el orden y, por lo tanto, el conocimiento (epistemes en la terminología de Foucault), el autor pasa a afirmar que, en el mundo occidental, pueden encontrarse dos grandes rupturas en la episteme: la primera marca la inauguración de lo que el autor llama época clásica hacia mediados del siglo XVII (hay que tener en cuenta que con el término clásico Foucault se refiere a este momento histórico y no, como suele hacerse, a la antigüedad grecolatina), y la segunda, que se inaugura a principios del siglo XIX y que, según el autor, se extiende hasta la fecha en la que escribe esta obra (1966), que marca la entrada en la modernidad. Según Foucault, el orden según el cual pensamos la realidad es diferente del orden que estructuraba la realidad en la época clásica. Finalmente, para cerrar este prefacio, el autor afirma que, contrariamente a lo que se piensa, recién con la entrada en la modernidad aparece por primera vez en la historia de occidente "el hombre" como objeto de saber y, en consecuencia, se posibilita la aparición de las ciencias humanas. 

1 comentario: