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domingo, 26 de enero de 2014

"Las palabras y las cosas", Michel Foucault - La prosa del mundo II

A continuación, Foucault introduce un nuevo elemento de análisis: la signatura. Para el filósofo francés, sin ella el hombre correría el riesgo de atravesar el mundo sin advertir las semejanzas presentes entre las cosas que lo componen. La signatura, entonces, sería una suerte de marca visible que pone de manifiesto las relaciones de semejanza existentes entre las cosas. Así, por ejemplo, para Paracelso la bondad de Dios es tal que resulta evidente que debe haber dejado marcas en las cosas para que el hombre pueda leerlas. De este modo, quien desee conocer la realidad, deberá estar atento a estas signaturas, y ser capaz de descifrarlas. 
Para entender mejor la signatura, al igual de lo que hizo anteriormente con las cuatro similitudes, Foucault cita un ejemplo. Dicho ejemplo se encuentra en la obra Tratactus de signaturis (Tratado sobre las signaturas), de Crollius, publicada aproximadamente en 1610. En dicha obra, Crollius parte de la afirmación de que existe una simpatía entre el acónito y los ojos por la cual el primero tiene un efecto benéfico sobre los segundos. Pero, según vimos, para que dicha simpatía pueda captarse más allá de toda duda, es necesaria la existencia de una signatura que la haga visible. Para Crollius, esta signatura, esta marca visible, se encontraría en los granos de el acónito, ya que estos pequeños globos oscuros engarzados a una película blanca nos hacen recordar a los ojos con sus párpados. Así, en este caso, la signatura, la marca visible de esta simpatía, viene dada por la analogía existente entre el el acónito y los ojos, por su parecido visual. De este modo, la persona atenta, al ver la similitud existente entre el acónito y los ojos, podría descubrir la relación que permanece oculta entre ambos por la cual esta planta tiene efectos terapéuticos sobre la vista. 
A continuación, Foucault afirma que toda similitud recibe una signatura, y que esta última no es más que una suerte de medianera visible entre dos cosas cuya similitud aun permanece oculta. Así, en el Renacimiento, época que precede a la que el filósofo francés denomina época clásica, conocer va a ser precisamente descubrir estas similitudes ocultas a partir de signaturas, de marcas visibles.
Por último, dentro del apartado consagrado a las signaturas, Foucault distingue entre hermenéutica y semiología. La primera consiste en el cúmulo de conocimientos y técnicas que nos permiten interpretar el sentido de los signos mientras que la segunda, por su parte, consiste en el conjunto de conocimientos y técnicas que nos permite detectar dónde hay un signo y qué es lo que hace que sea precisamente un signo. En otras palabras, mientras la hermenéutica se ocupa de la interpretación de los signos, la semiología se ocupa de precisar su naturaleza, es decir, de estudiar en virtud de qué son signos. Para el autor, el Renacimiento, en términos del conocimiento, se caracterizó por confundir ambas, la hermenéutica y la semiología, en la similitud. Dado que el mundo es un todo ordenado en el que lo que rige son las similitudes, conocer necesariamente va a ser encontrar las relaciones de similitud ocultas entre las cosas a través de la lectura de las signaturas que las mismas presentan. En otras palabras, se encuentra el sentido (hermenéutica) a partir de la lectura de las signaturas (semiología). De esta manera, los signos/signaturas, en el Renacimiento, no llegan a ser problematizados: existen de manera natural para darle a conocer al hombre un orden, también natural, que de otra forma permanecería oculto.

En la próxima entrada seguiremos analizando el capítulo "La prosa del mundo" del libro Las palabras y las cosas

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